Hojas secas se deslizan sobre nosotros, mientras tu y yo estamos sentados en medio de la nada como dos perfectos extraños, tus ojos me observan de una manera misteriosa, mientras los míos intentan interiorizar dentro de tu alma.
Nuestras manos sostienen dos copas de vinos que conjuntamente levantamos, vino rojo tinto que en algún tiempo se endulzo con nuestros suspiros, pero que ahora se ahogan en la insensatez de una historia pasada, cristales que se rompen cayendo al vacio, liquido añejo que se derrama, voces confusas, ecos de pasos que van y vienen, sentimientos que se ahogan en esos profusos acentos.
Sinfonía noctambula canaliza efectos putrefactos y hediondas, figuras profanas aproximan el látigo lascivo del pecado, tus labios amarran el veneno del deseo y los míos se quiebran ante el desliz de un néctar apasionado. Se suma la oscuridad, siluetas con un mismo contorno que solo se conocen ante el quiebre de ese miedo inesperado, encuentro febril que se ahogo en la confluencia fúnebre, deceso que nos proyecto a un agujero sin retorno.
Esas hojas secas fueron las que sepultaron nuestros cuerpos y ahora quedan en absoluto silencio bajo el olor de los frutos de la vid.
© Yenny Lorena Rodríguez G
Nuestras manos sostienen dos copas de vinos que conjuntamente levantamos, vino rojo tinto que en algún tiempo se endulzo con nuestros suspiros, pero que ahora se ahogan en la insensatez de una historia pasada, cristales que se rompen cayendo al vacio, liquido añejo que se derrama, voces confusas, ecos de pasos que van y vienen, sentimientos que se ahogan en esos profusos acentos.
Sinfonía noctambula canaliza efectos putrefactos y hediondas, figuras profanas aproximan el látigo lascivo del pecado, tus labios amarran el veneno del deseo y los míos se quiebran ante el desliz de un néctar apasionado. Se suma la oscuridad, siluetas con un mismo contorno que solo se conocen ante el quiebre de ese miedo inesperado, encuentro febril que se ahogo en la confluencia fúnebre, deceso que nos proyecto a un agujero sin retorno.
Esas hojas secas fueron las que sepultaron nuestros cuerpos y ahora quedan en absoluto silencio bajo el olor de los frutos de la vid.
© Yenny Lorena Rodríguez G
No hay comentarios:
Publicar un comentario