Decidimos celebrar nuestro segundo año de aniversario, visitando un sitio portentoso, la Catedral de sal situado en el municipio de Zipaquirá, en el departamento de Cundinamarca, a tan solo 1 hora de Bogotá.
Un lugar arquitectónico con elaboradísimas estatuas, arcos, altares, todo en sal, al acceder a la mina se siente el olor mineral, se descubre rocas talladas y túneles, se dice que sus túneles ya habían sido cavados por los muiscas desde aproximadamente doscientos años atrás.
La idea de construir un santuario fue de Luis Ángel Arango, esto debido a la devoción que los obreros profesaban adornando los socavones con imágenes religiosas de sus santos para realizar sus peticiones.
Mientras se desciende se aprecian las estaciones del Viacrucis, la cúpula central y monumentos que representan el nacimiento, la vida y la muerte de Cristo.
Me llamo mucho la atención el espejo de agua, fusión de la sal y el agua produciendo un efecto óptico sensacional, el techo se refleja en la corriente de agua, dando la sensación de infinito, la profundidad es como de 10 cm, se dice que este espejo contiene la misma cantidad de sal que el mar muerto.
Otro de los atractivos es el show de luces y la presentación de una película en 3D, titulada Nucuma, es un cortometraje que da a conocer la historia de la explotación de la sal desde el periodo precolombino hasta nuestros días en el territorio actualmente comprendido entre Zipaquirá y Nemocón, al cual se le denominaba “Nucuma” (Territorio de la sal) en lengua Muisca.
Bueno y antes de salir no puedes dejar de llevar alguna artesanía de recuerdo, ahí cosas lindísimas.
Ya en el exterior, está el museo de la salmuera que personalmente no lo recomiendo, debería tener un enfoque diferente y sus instalaciones no muestras nada atractivo.
Ya finalizado el recorrido, procedimos a tomar el tren rumbo a Bogotá.
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