Adán Santana, un novelista con el cuerpo desbaratado y maltrecho por varios accidentes sucesivos,
con un precario estado mental, que menguó sus fuerzas y su espíritu, sobrevivió como pudo al
encierro de la pandemia y ahora es un náufrago inmóvil. La humanidad no cambió un ápice tras la
prueba extrema que experimentó y él, en medio de ese caos, no sabe cómo retomar el rumbo, si es
que aún existe alguno, después de todo lo que ha pasado.
De manera misteriosa comienzan a llegarle señales de que debe volver al corazón oscuro de la
ciudad que ha alimentado sus obras. La intempestiva aparición de un viejo amigo, un bohemio
músico de jazz, lo pone en marcha al recomendarlo con una joven artista que recordó en terapia,
por medio de la hipnosis, su propósito al conectarse con sus vidas pasadas.
Al abismarse de nuevo, el escritor descubre que la realidad pierde su forma y que lo que cree sólido
se desvanece. Sumergido en el Kairós, el tiempo sagrado, su cordura y templanza serán puestas a
prueba por militares que experimentaron el horror, creyentes que esperan con fervor al nuevo
Avatar, guerreros espirituales forjados tras las rejas de la cárcel, sádicos torturadores profesionales,
víctimas escaldadas por un dolor que las consume y alimenta un odio atroz.
Comprenderá que “sin muerte no hay renacimiento”, que “si no hay un final no podremos tener un
nuevo comienzo” y que al dejar “esa pose de escritor pulcro y cuidadoso, que calcula cada paso que
da como si temiera hundirse en el abismo. Cuando quizás de lo que se trataba era, justamente, de
dejarse caer en el vacío y de disfrutar el viaje por el precipicio”.
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